La cercania de nuestro Dios                                                                      


En el Salmo 73, el salmista Asaf manifiesta  una lucha que  puede que todos experimentemos alguna vez. Él se pregunta porqué los impíos parecen prosperar mientras los justos son azotados. La  idea le perturba hasta que entra al santuario de Dios. Una vez  en  la presencia de Dios, Asaf  se da cuenta de su error. Al compararse a sí mismo con el incrédulo, ve que, separado de la influencia de Dios, no tiene nada de qué jactarse.  Él dijo: "Cuando mi corazón se llenó de amargura,  y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento;  era como una bestia delante de ti" (vv. 21-22).
 
Finalmente, su alma se ilumina cuando considera que solamente Dios es  su salvación, y su relación con Dios  su fortaleza.  Escribió: "Con todo, yo siempre estuve contigo; . . . Me has guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. . . La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre" (vv. 23-26).
 
El pensamiento que resume la revelación de Asaf, y tema de este capítulo, está en el versículo 28.  Escribió: "Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien."
 
Establezcamos esta verdad de una vez por todas: Es la cercanía de Dios la que produce nuestro bien. El Cristianismo nunca fue diseñado por Dios para ser sostenido por gente agradable intentando parecer buena. No somos tan buenos. No somos tan inteligentes. Y no somos tan agradables. La única cosa que puede sostener al cristianismo verdadero es la unión verdadera con Jesucristo. Es la cercanía a Él en todas las cosas lo que produce nuestro fruto espiritual.
 
Si somos honestos, reconoceremos que, separados de la influencia y obra de Dios, no hay nada moralmente superior o notablemente virtuoso acerca de nuestras vidas. Nuestra carne tiene las mismas pasiones carnales que tienen las personas en el mundo; nuestra alma lleva en ella las mismas inseguridades y temores.  Así, separados de la influencia de Cristo en nosotros, no hay diferencia entre cristianos y no cristianos (excepto que los cristianos, cuando viven separados de la presencia de Dios, pueden ser más desagradables). Es solamente nuestra relación con el Señor la que nos guarda de satisfacer las lujurias y deseos de la carne, porque separados de Él nada podemos hacer (Juan 15:5).
 
Por tanto, la fortaleza de nuestro caminar no surge de nosotros mismos, sino que proviene de nuestra relación con Cristo. Nuestra virtud, si puede ser definida como tal, es que hemos aprendido a priorizar la búsqueda de Dios; nuestro carácter es el  producto de nuestra unidad con Él. Con esto quiero decir que no solamente es Jesús el primero en nuestra lista de prioridades, sino que Su influencia gobierna sobre todas nuestras prioridades. Él inspira amor en nuestras relaciones; Su voz se vuelve la convicción en nuestra integridad. Dios hizo que  "Cristo Jesús" sea para nosotros "sabiduría . . . y justicia y santificación , y redención" (1 Cor 1:30).
Así, el buscador de Dios desea encontrar el gozo del Señor atraído a cada aspecto de su alma. Él sabe también que, si un área de su corazón está aislada de Dios, permanecerá vulnerable a la manipulación del enemigo en esa área. Por tanto, permítame enfatizar la verdad del salmista, y digamos con nuestra propia voz de convicción: es la cercanía de nuestro Dios lo que es nuestro bien.

Oh Dios, Tú eres quien ama mi alma. Fielmente, Has extendido a mí Tus manos. Aun así, por momentos he estado distante y vagabundo. Maestro, reconozco este día, mis momentos más maravillosos son aquellos pasados cerca de Ti. Cuando mi corazón está cerca de Ti, estoy participando del néctar de la vida.

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